La Empatía es la competencia socio-emocional por excelencia para la inclusión, pues es el mecanismo que permite a los individuos conectar genuinamente y trascender el propio punto de vista. Se manifiesta en dos componentes principales: la empatía cognitiva (entender la perspectiva del otro) y la empatía afectiva (sentir una respuesta emocional apropiada a su estado).
Para los adolescentes, la empatía es el cemento que une las amistades y previene la crueldad social. Un joven empático es capaz de anticipar el daño emocional de sus acciones, siendo menos propenso a participar en el bullying, la burla o el ostracismo. Además, le permite responder de manera prosocial al sufrimiento ajeno, ofreciendo apoyo y comprensión a compañeros que pasan por dificultades.
El entrenamiento en empatía ofrecido por el proyecto es vital para jóvenes en riesgo de exclusión, ya que muchos de ellos provienen de entornos donde esta habilidad no fue modelada o valorada. Al desarrollar la empatía, el adolescente aprende a descifrar las señales sociales de sus pares y a validar sus sentimientos, creando un ambiente de confianza mutua. Esto lo convierte en un amigo confiable y un aliado social, lo cual es fundamental para el desarrollo de un sentido de pertenencia profundo y duradero, y para la construcción de una comunidad escolar que valora la ayuda y el respeto mutuo.
Referencia: Decety, J., & Jackson, P. L. (2004). The functional architecture of human empathy. Behavioral and Cognitive Neuroscience Reviews, 3(2), 71-100.